Cuando plantas un árbol, digamos un limonero o un almendro, si no crece como esperas, no le echas la culpa al árbol, buscas los motivos por los que no está creciendo apropiadamente.
Puede que necesite un fertilizante, más agua, menos, más sol, más espacio, humedad, etc.
Ahora bien, cuando tenemos problemas con nuestras amistades, nuestras parejas, compañeros de trabajo o incluso con nuestros hijos, nuestra tendencia natural es echar balones fuera y culparles a ellos.
Si cambiamos esa tendencia y aprendemos a investigar los motivos por los que surgen esos conflictos o desavenencias, ver qué necesidades tienen (que no están siendo satisfechas), podremos hallar el mejor modo de ayudarles, si es que quieren ayuda, o darles espacio, tiempo, apoyo, escucha o lo que sea que averigüemos que anhelan, y nuestra relación con ellos comenzará a crecer como lo hace el árbol que hemos plantado.
Echar la culpa al otro nunca tiene un efecto positivo o alentador, como tampoco lo tiene usar que tus razones son mejores o mas válidas que las de la otra persona.
Así es como lo entiendo yo, basta de buscar culpables, de buscar justificaciones, de intentar convencer a la otra persona, solo busca entender al otro.
Si tratas (de verdad) de entender y comprender su historia más allá de la que vosotros tenéis en común y además le haces ver a a la otra persona que le entiendes, puedes cambiar la situación por completo.